martes, 13 de noviembre de 2012

Capítulo 6


Tiro mis cosas al suelo. No puedo con mi vida. Voy al baño y abro el grifo del agua caliente. Mientras me voy quitando la camiseta sudada, voy pensando en si habré mejorado o no mi estilo gracias a esta clase. Espero que se caliente el agua, termino de quitarme la ropa y me pongo debajo del grifo. El agua resbala por mi cuerpo cansado y me voy relajando. Cierro los ojos y pienso en ambos encuentros que he tenido con Kuro. En los dos ha tenido fallos de principiantes. Se descuida, se distrae y se cae al suelo. Es un desastre como contrincante. ¿Realmente le han enviado a él a luchar contra mí? Yo tampoco es que sea muy buena en cuestiones de lucha, pero no tengo esos errores que él comete. Cojo el champú y me enjabono el pelo. Huele a lavanda. Me pierdo en su olor. Sigo pensando en Kuro, pero esta vez en nuestro futuro encuentro, el de esta noche. Sé que cometerá otro fallo, y será mi oportunidad de acabar con él. Aunque no creo que sea tan fácil. Además, puede que esté intentando que me confíe para atacar con todo lo que tiene. Puede ser eso... Me aclaro el pelo y me relajo de nuevo. Cojo el gel y la esponja. Me voy dando un pequeño masaje mientras me enjabono y observo algunos golpes que tengo por el cuerpo. Todo es de los encuentros con Kuro y de mi entrenamiento de hoy.
Salgo de la ducha y cojo mi toalla. No estoy segura de querer ducharme mañana en el gimnasio. Estoy casi completamente segura de que si Hannah se entera me mataría. Prefiero hacer lo de hoy. Vengo aquí y me relajo en mi casa. Me enrollo la toalla a mi alrededor y voy hacia mi habitación. Cojo mi ropa interior y elijo lo que me voy a poner ahora. Creo que me pondré algo cómodo, porque así puedo salir sin problemas. Y si me encuentro con Kuro puedo luchar contra él. Me quito la toalla y me visto. Me pongo las zapatillas de andar por casa y me voy a prepararme la comida. Me haré algo ligero para no cargarme mucho el estómago. Así, después de comer puedo practicar un poco la puntería.
            El resto del día se me pasa volando. Hago lo de siempre: practico la puntería, lucho contra el muñequito y después hablo con mi padre. Después de cenar mi sándwich de jamón y queso (¡qué cosas tan ricas hay aquí abajo!) voy a patrullar. ¿Qué error cometerá hoy? Supongo que acabará de nuevo por el suelo... Pero debo estar alerta. Paseo por la calle oscura y humedecida por la noche. También hace un poco de frío, todo hay que decirlo. Pero no me inmuto. No debo flaquear por nada. Tropiezo con algo y casi me caigo al suelo, pero puedo mantener el equilibrio casi a tiempo. Miro al suelo y veo que es una especie de cartera. Me acerco y la cojo. Es negra y tiene llamas dibujadas. Seguramente será de un chico. La abro para ver si viene la dirección o algún dato para poder devolvérsela a su dueño y casi grito de la emoción. ¡Es la cartera de Kuro! Pone su dirección y una foto con su nombre. Qué error. Perder la cartera junto a mi casa. Sonrío y me cuelgo la cartera al hombro. Voy corriendo a buscar la dirección que pone en la cartera. Le atacaré por sorpresa.
            Después de unos minutos revoloteando por la ciudad buscando la maldita casa, al fin llego. No tiene pinta de ser la casa de un demonio a simple vista. Bueno, ¿qué más da? Entraré con mi arco preparado para dispararle. Kuro, hoy acabaré contigo.

            Saco mis alas y vuelo hasta la ventana del primer piso. Es una casa enorme para una sola persona. Kuro, hoy acabaré contigo. Abro la ventana sigilosamente y me deslizo hacia la cama. Al parecer, esta es su habitación. Miro a un lado y a otro, pero no veo ni rastro de Kuro. Abro su armario para inspeccionar. Hay mucha ropa. Casi toda es negra. Típico de demonios, supongo. Sigo sin ver a Kuro. Salgo de la habitación con sigilo y empiezo a mirar por las habitaciones del primer piso. Hay otro dormitorio, un baño y una puerta que, por más que lo intento, no puedo abrir. Desisto. Bajo por las escaleras muy silenciosamente.
            No escucho nada. Puede que haya salido. Pero la luz está encendida. Bueno, seguiré mirando. Entro a la cocina. Estaba haciéndose la cena, por lo que veo. Me acerco. Huele muy bien. ¿Qué será? Tengo aún tanto por descubrir... Salgo de la cocina y sigo mirando por el piso. Es bastante grande. Así no lo encontraré. Sigo dando vueltas por la casa.
            Tras diez minutos inspeccionando, oigo una puerta y me dirijo al salón. Allí estará Kuro. Ya lo tengo. Cojo una flecha y la pongo en mi arco. Cuando entro en el salón veo a Kuro. Sí, lo tengo. Pero no como esperaba. Está con un cepillo de dientes en la boca, con el pelo mojado y cubierto únicamente por una toalla. ¡Oh, Dios! No esperaba que fuese así. La verdad, parece un ángel. Pero un ángel oscuro. Tiene el torso perfectamente musculado y he de admitir que es bastante atractivo. Kuro me mira y... ¡Oh, no! Se le acaba de caer la toalla. Me pongo como un maldito tomate maduro y salgo volando de la casa gritando.
            -¡Argh! ¡Lo siento mucho! –Grito mientras salgo por la ventana por donde entré.
            -¡Eh, tú! ¡Espera! –Es lo único que oí antes de salir.

            Llego a mi casa en un abrir y cerrar de ojos, aún bastante roja. Pero, ¿qué le hago? Sólo a mí se me ocurre entrar sin avisar en la casa. Es que soy boba. Se me viene a la mente la imagen que vi y mi cara vuelve a ser un tomate. Oh, vamos. No voy a poder dormir por mi estupidez. Si es que soy de lo que no hay...
            Son las cinco de la mañana y aún no he pegado ojo. Únicamente pienso en lo que he visto. Pero, ¡Dios! Si era sólo un... Bueno, un chico. Desnudo, sí, pero un chico. Aunque es la primera vez que veo uno así, puf, de repente, sin avisar. Además, no semidesnudo, no. Desnudo en el sentido total de la palabra. Madre mía... Si padre se entera no sé lo que me haría. Y ahora pienso yo, ¿un demonio no era horrendo? ¿Feo al menos? Asqueroso, con muchas cosas raras que no se ven habitualmente. Pero Kuro es distinto. ¿Por qué es así de hermoso? Y con ese cuerpo tan... Tan... No sé. No parece un demonio. Punto.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Capítulo 5


Me despierto a las diez y media. Es temprano aún. Voy a desayunar y me visto. Me pongo cómoda para el entrenamiento. Voy al baño y me cojo una cola alta. Así no me molestará el pelo en la cara. Limpio la cocina y lanzo algunos tiros a la diana. Mi puntería va mejorando. Lucho de nuevo contra el muñeco y aprovecho el tiempo que me queda para practicar golpes. Conseguiré ganar a Kuro. Lo mataré. Salvaré el mundo. Kuro es una amenaza. Aunque no paro de pensar por qué no me atacó ayer. Es idiota. ¿No sabe que puedo atacarle yo? ¿No sabe que puede perder si yo le atacara? Mejor. Que siga cometiendo esos errores de principiante. Me hace las cosas más fáciles. Miro la hora: las doce menos cuarto. ¿Ya? Cómo pasa el tiempo. Cojo mis cosas y me voy al gimnasio. Voy corriendo a la tienda de deportes y Daniel está allí, preparado para ayudarme a entrenar.
            -Hola, Shiro. ¿Preparada? –me dice cuando me ve entrar.
            -Claro. Toma los cinco euros de hoy –extiendo la mano con el dinero.
            -Gracias, Shiro –coge el dinero, mete la clave de acceso en la caja registradora y la abre para, posteriormente, meter el dinero en ella. Cierra la caja-. ¿Vienes? –me señala la puerta del gimnasio.
            -Sí.
            Le sigo hacia dentro y me coloco donde me dijo ayer.
            -Bien, Shiro. Empecemos con el entrenamiento.
            Es una hora intensa de saltos, patadas, puñetazos, velocidad y estrategia, donde no puedo parar un segundo y que me sirve perfectamente para combatir contra Kuro.
            Estoy sudando. Salgo del gimnasio y me apoyo en la pared, exhausta. Sale Daniel detrás de mí. Se ríe.
            -Shiro, ahí tienes duchas. Si quieres puedes ducharte ahí –señala un pasillo.
            -Gracias, pero no me he traído ropa.
            -Si quieres, mañana tráetela y te duchas y cambias aquí.
            -Muchas gracias, Daniel.
            -Faltaría más.
            -Me tengo que ir. Mañana a la misma hora, ¿no? –digo mientras voy cogiendo mis cosas.
            -Por supuesto. Te espero aquí.
            -Adiós.
            Me doy la vuelta y me tropiezo con una chica. Es alta y guapa. Tiene los ojos azules, es rubia y me mira con desprecio.
            -Hola, Hannah –la mira con cariño.
            -Daniel, ¿quién es esta? –me señala. Pero bueno, ¿cómo se atreve a tratarme así? Será estúpida...
            -Es una alumna del gimnasio. Acaba de terminar su lección de hoy.
            -Sí, y ya me iba.
            -Eso espero. Quería pasar mi tiempo contigo, mi vida –dice ella.
Se acerca a él y le planta un buen beso en los labios. Me muestra su dedo corazón y pillo lo que me quiere decir con eso. En fin.
-Bueno, me voy ya. Mañana nos vemos, Daniel. Encantada de conocerte, Hannah.
Salgo de la tienda-gimnasio que, ahora más que nunca, me ha parecido un infierno. No es que estuviera haciendo nada con Daniel, pero me ha molestado el trato de esa chica. Por favor. ¿En serio piensa que voy a hacer algo con él? Es mi profesor y punto. Qué chica tan extraña.