viernes, 9 de noviembre de 2012

Capítulo 5


Me despierto a las diez y media. Es temprano aún. Voy a desayunar y me visto. Me pongo cómoda para el entrenamiento. Voy al baño y me cojo una cola alta. Así no me molestará el pelo en la cara. Limpio la cocina y lanzo algunos tiros a la diana. Mi puntería va mejorando. Lucho de nuevo contra el muñeco y aprovecho el tiempo que me queda para practicar golpes. Conseguiré ganar a Kuro. Lo mataré. Salvaré el mundo. Kuro es una amenaza. Aunque no paro de pensar por qué no me atacó ayer. Es idiota. ¿No sabe que puedo atacarle yo? ¿No sabe que puede perder si yo le atacara? Mejor. Que siga cometiendo esos errores de principiante. Me hace las cosas más fáciles. Miro la hora: las doce menos cuarto. ¿Ya? Cómo pasa el tiempo. Cojo mis cosas y me voy al gimnasio. Voy corriendo a la tienda de deportes y Daniel está allí, preparado para ayudarme a entrenar.
            -Hola, Shiro. ¿Preparada? –me dice cuando me ve entrar.
            -Claro. Toma los cinco euros de hoy –extiendo la mano con el dinero.
            -Gracias, Shiro –coge el dinero, mete la clave de acceso en la caja registradora y la abre para, posteriormente, meter el dinero en ella. Cierra la caja-. ¿Vienes? –me señala la puerta del gimnasio.
            -Sí.
            Le sigo hacia dentro y me coloco donde me dijo ayer.
            -Bien, Shiro. Empecemos con el entrenamiento.
            Es una hora intensa de saltos, patadas, puñetazos, velocidad y estrategia, donde no puedo parar un segundo y que me sirve perfectamente para combatir contra Kuro.
            Estoy sudando. Salgo del gimnasio y me apoyo en la pared, exhausta. Sale Daniel detrás de mí. Se ríe.
            -Shiro, ahí tienes duchas. Si quieres puedes ducharte ahí –señala un pasillo.
            -Gracias, pero no me he traído ropa.
            -Si quieres, mañana tráetela y te duchas y cambias aquí.
            -Muchas gracias, Daniel.
            -Faltaría más.
            -Me tengo que ir. Mañana a la misma hora, ¿no? –digo mientras voy cogiendo mis cosas.
            -Por supuesto. Te espero aquí.
            -Adiós.
            Me doy la vuelta y me tropiezo con una chica. Es alta y guapa. Tiene los ojos azules, es rubia y me mira con desprecio.
            -Hola, Hannah –la mira con cariño.
            -Daniel, ¿quién es esta? –me señala. Pero bueno, ¿cómo se atreve a tratarme así? Será estúpida...
            -Es una alumna del gimnasio. Acaba de terminar su lección de hoy.
            -Sí, y ya me iba.
            -Eso espero. Quería pasar mi tiempo contigo, mi vida –dice ella.
Se acerca a él y le planta un buen beso en los labios. Me muestra su dedo corazón y pillo lo que me quiere decir con eso. En fin.
-Bueno, me voy ya. Mañana nos vemos, Daniel. Encantada de conocerte, Hannah.
Salgo de la tienda-gimnasio que, ahora más que nunca, me ha parecido un infierno. No es que estuviera haciendo nada con Daniel, pero me ha molestado el trato de esa chica. Por favor. ¿En serio piensa que voy a hacer algo con él? Es mi profesor y punto. Qué chica tan extraña.

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