Me voy a dar una vuelta por la casa y me adueño de mi futuro dormitorio. Es
pequeño pero muy acogedor. La casa consta de un único dormitorio, una cocina
pequeña, un baño y un salón. Cuando me haya acomodado saldré con mi arco en
mano a patrullar por la ciudad. Me pongo cómoda por si me encuentro con Kuro. Me
he vestido con un pantalón corto vaquero y una camiseta blanca.
Salgo de mi casa y observo la calle. La noche es húmeda. Todo está muy
tranquilo. Respiro hondo y miro al cielo. Así que esto es la Tierra. Nunca
había bajado a verla. Parece muy bonita. Observarla desde arriba no es lo mismo
que estar aquí presente. Sigo dando mi pequeño paseo. No es muy tarde pero no
hay apenas gente por la calle. Es verano, pero no hay nadie. Será un pueblo
bastante tranquilo. Puede que Kuro no esté por aquí después de todo, pero no
debo bajar la guardia. Oigo pasos. Espero que no sea quien creo que es...
-Mis vibraciones demoníacas me advierten de que hay un ángel cerca... –se
oye una voz grave desde atrás.
-¿Quién anda ahí? –grito sin pensarlo dos veces.
-¿Eres Shiro, la salvadora de la Tierra, la que mandaron para matarme? –La voz
se ha movido de su sitio. Miro en la dirección de donde proviene la voz.
-Tú debes de ser Kuro. ¡Da la cara! –Exclamo.
Se aproxima desde las sombras una silueta de un chico alto y esbelto. A
medida que se acerca a mí puedo distinguir su pelo negro como el carbón y sus
ojos oscuros. Su tez morena y sus colmillos afilados como cuchillos. Porta una
espada de color rojo sangre. Es un demonio en toda regla salvo por su belleza.
-No pareces un demonio... Eres demasiado hermoso para serlo –digo con tono
irónico.
-Lo mismo te digo para ser un ángel –se va acercando a mí-. Creía que erais
rubios, altos, ojos claros... Y tú eres castaña, ojos no muy claros y no muy
alta. Al menos, no tanto como esperaba –se para frente a mí-. Pero en lo que
estoy de acuerdo es la belleza –me sonríe enseñando sus colmillos-. Un placer
conocerte, Shiro –lanza una daga. Me roza el brazo. Me acaba de cortar con
ella-. No debes bajar la guardia.
Mierda. No me ha dado tiempo de pensarlo. Intento coger mi arco pero se
coloca detrás de mí velozmente y me da una patada. Caigo al suelo y ruedo por
el asfalto. Me reincorporo como puedo y me lanza otra daga. Esta puedo
esquivarla. Se me acerca de nuevo y me da un puñetazo. Caigo al suelo otra vez.
Es fuerte, es rápido... es mejor que yo. No puedo levantarme. Me duele el
brazo. ¿Es el fin? No puede acabar conmigo aquí. Debo intentar atacarle. Lo veo
acercarse a mí. Sigo haciendo toda la fuerza que puedo sin ningún resultado.
Apunta hacia mí con la daga. Cierro los ojos.
-Prepárate, Shir... –se oye un golpe y una especie de... ¿derrape? Abro los
ojos y lo veo tirado en el suelo.
-¿Te has caído? –le pregunto entre risas.
Se levanta rápidamente como si no hubiera pasado nada, cosa que me da mucha
más risa. Ha sido una situación bastante cómica.
-Esto no acaba aquí. Volveremos a vernos.
Huye. Es patoso, pero muy fuerte. Y rápido. Debo entrenarme con el arco y
hacerme más fuerte. Vuelvo a mi casa. Me curo el brazo, aunque gracias a mi
habilidad de regeneración estoy casi curada. Después de una ducha con agua muy
caliente, me echo en la cama a dormir. Mañana debo entrenar mucho para vencer a
Kuro. Sigo pensando que es demasiado bello para ser un demonio. Pensando,
pensando, me dormí. No duermo mucho, pero puedo descansar.