jueves, 25 de abril de 2013

Capítulo 9


Miro la hora. Son las once de la noche. He quedado con Kuro a las doce. Sigo pensando que no he hecho del todo bien, pero ya no hay vuelta atrás. Me voy a mi habitación y escojo la ropa que me pondré. He elegido una minifalda vaquera y una camiseta blanca. Me he calzado unos zapatos con tacón de cuña, no muy altos, para poder correr si fuera necesario, y me he trenzado el pelo. El arco... Lo llevaré en el bolso. Haré algo de magia para encogerlo. Supongo que por este pequeño truco no me echarán de Lightside. ¿Qué más tengo que llevar?

            Salgo de mi casa a las doce en punto. Hemos quedado cerca de aquí. No creo que le moleste que llegue dos minutos tarde. Giro a la siguiente calle y veo a Kuro a lo lejos. Está apoyado en un árbol y mira hacia donde estoy yo. Levanta la mano y me saluda efusivamente. Tiene algo en la otra mano. Creo que es una botella. Llego junto a él y me sonríe. Va vestido con unos pantalones vaqueros, una camiseta negra y una chaqueta del mismo color.
            -Me alegro de que al fin hayas llegado, Shiro. Creía que al final te arrepentirías y no aparecerías.
            Parece que lo está diciendo en serio.
            -No, no. Si ya he quedado contigo, no falto.
            Kuro me mira fijamente sonriendo.
            -Bueno, ¿vamos?
            -¿A dónde?
            -Primero te enseñaré algo que debes evitar a toda costa si no quieres que gane yo.
            -¿Qué?
            Kuro levanta la mano de la botella.
            -Se llama alcohol, y si te pasas bebiendo esto, ten por seguro que no controlarás tus actos y serás más manejable o más agresiva o... Bueno, diferente. Todo depende que en qué medida te afecte.
            Miro la botella. Es de color verde y en la pegatina pone J&B. No sé qué significa, pero le haré caso a Kuro. No beberé de eso... Alcohol.
            -¿A qué te refieres con no controlar mis actos?
            Kuro se ríe.
            -Confía en mí por estos minutos, ¿de acuerdo?
            Antes de poder dar una respuesta, Kuro se abalanza sobre mí y me agarra los brazos fuertemente.
            -¿Pero qué narices haces?
            Me retuerzo intentando escapar pero no puedo. Kuro es muy fuerte.
            -¿Ves? Si estuvieras borracha por el alcohol, te resistirías pero no tendrías fuerzas. Bueno... Tendrías menos aún –dice Kuro entre risas.
            -Muy gracioso. ¿Me sueltas?
            Kuro me suelta los brazos, me gira y me acerca a él. Estamos demasiado cerca diría yo. Me tiene aguantada por la espalda mientras yo intento, sin resultado, despegarme de él empujándolo con mis brazos.
            -¿Te quieres ir? ¿Tan pronto?
            Me pone la mano en el cuello.
            -Te había dicho que me soltaras... –Digo tartamudeando un poco.
            -Sí. Lo sé.
            Me fijo que su rostro está un poco enrojecido.
            -Kuro, ¿qué te ocurre?
            Kuro se ríe.
            -Puede que haya bebido un poco.
            -¿Qué dices? ¿No me acabas de decir que no hay que beber? Puedo ganarte.
            -No lo creo. Hasta borracho tengo más fuerza que tú. Además...
            Kuro me besa. Al principio no puedo reaccionar, pero después me separo bruscamente de él.
            -...yo te gusto. Y más ahora, ¿verdad?
            Noto que tengo las mejillas encendidas. ¿Pero qué se ha creído? No digo nada y me voy de su lado muy deprisa. Con la confusión, me equivoco de calle y llego a un sitio donde no había estado nunca. Hay un grupo de chicos sentados bebiendo. Supongo que es ese alcohol. No quiero acercarme, pero tengo que preguntar dónde estoy para volver a mi casa. No quiero volver a ver a Kuro nunca más. Cuando ya sea lo suficientemente fuerte lo mataré directamente. Me llevo la mano a los labios. Los tengo hinchados por el beso intenso que nos hemos dado. Corrijo, que me ha dado él. Bueno, da igual. Me acerco al grupo de chicos. Si están borrachos puedo quitármelos de encima fácilmente, ya que pierden fuerza, según me ha dicho Kuro.
            -Esto... –Los chicos me miran-. Hola. Me he perdido y me gustaría saber dónde estoy para poder volver a mi casa. ¿Podéis ayudarme?
            Uno de los chicos se levanta y se acerca a mí.
            -Claro. Yo me llamo Sam y ellos dos son Max y David. Y tú eres...
            -Shiro. Hace poco me he mudado aquí y no me guío muy bien.
            -Ah, sí. Creo que ya sabemos dónde vives. Podemos guiarte si te apetece.
            -Sí, por favor. Gracias.
            Max y David se levantan también, cogen sus cosas y entre los tres me sacan de esa calle que no sé cuál es. Qué chicos tan majos. Menos mal que he tenido suerte y he elegido a este grupo. Yo sigo a los chicos y nos metemos en una calle un poco más oscura que las demás. Me da un poco de miedo, pero tengo a Sam, Max y David junto a mí. No me pasará nada. Los chicos se paran de repente.
            -¿Qué pasa?
            -Chicos –empieza Max-, creo que nos hemos equivocado de camino.
            -Sí, eso parece –continúa David.
            -Bueno, démonos la vuelta a ver si a partir de ahí sabéis salir de aquí. No me gusta esta calle –digo yo.
            Sam se da la vuelta y me coge el brazo. Yo intento soltarme un poco ya que me ha cogido muy fuerte. Max me coge del otro brazo igual de fuerte. Hago lo mismo pero no consigo soltarme. Sam utiliza su otra mano libre para taparme la boca y entre los dos me tiran al suelo. Intento soltarme, pero no puedo. David se arrodilla delante de mí y me levanta la camiseta. Yo intento gritar, pero por culpa de Sam no puedo. Mientras David intenta quitarme la camiseta, Max me desabrocha la falda. Yo empiezo a dar patadas al aire intentando que me suelten, pero es inútil. Me dejan en ropa interior tirada en el suelo sin poder moverme ni gritar ni nada. Intento alcanzar mi bolso para coger el arco. No llego. Max se acerca hacia mí y me besa. Me resisto más que con Kuro, pero vuelve a ser inútil. Empiezo a llorar. No puedo gritar, no puedo moverme. Debería haberme quedado con Kuro. De pronto, una luz azul aparece y me quita a los tres chicos de encima. Al fin puedo incorporarme y la luz azul se acerca a mí.
            -¿Estás bien, Shiro?
            Me fijo en él y me doy cuenta de que es Kuro. Kuro ha venido a salvarme envuelto en llamas azules. Se quita su chaqueta negra y me la pone por encima para que me cubra.
            -¿Por qué has venido?
            -No podía dejar que te hicieran daño. Siento no haber podido venir antes. Perdóname. Intenta vestirte si puedes.
            Kuro me da un beso en la frente y, para mi sorpresa, el fuego no me quema. Se aleja de mí rápidamente y empieza a atacar a los chicos. Yo, temblando, voy vistiéndome mientras miro asombrada cómo Kuro me salva. Se supone que soy una salvadora y no puedo salvarme ni a mí misma. Kuro deja a los chicos tumbados en el suelo, al parecer inconscientes, y se acerca a mí.
            -No te preocupes –Kuro se agacha ante mí-, ya ha pasado todo.

sábado, 30 de marzo de 2013

Capítulo 8


Abro el ordenador y le doy al botón de encendido. Pocos segundos después ya se ha iniciado completamente. Cliqueo en un icono con una “S” dentro de un círculo extraño de color azul. Pone Skype. Se abre el programa y en seguida me sale una notificación. Kuro me ha hablado.
            Kuro dice: ¡Hola, Shiro!
            No sé qué hacer. ¿Respondo?
            Kuro dice: Venga, Shiro. Responde. Quiero hablar contigo.
            No lo pienso más. Empiezo a teclear.
            Shiro dice: ¿De qué quieres hablar?
            Kuro dice: Solo quería hablar un rato. Me siento solo en esta casa tan grande. ¿Y tú?
            ¿Kuro está hablando tan normal conmigo?
            Shiro dice: Un poco, sí.
            Kuro dice: Podríamos dar un paseo por la mañana algún día.
            ¿Quedar con él? ¿Qué? Esto es todo un poco extraño.
            Shiro dice: No lo creo. ¿No se supone que somos enemigos?
            Kuro dice: Sí. Pero no te tomo como a tal. No quiero matarte. Quiero hablar. ¿No crees que es mejor?
            No puede ser... Kuro no quiere matarme. Pero, ¿para qué quiere dar un paseo conmigo? Bueno, puedo aceptar e ir preparada por si fuera un ataque por sorpresa. Sí. Seguro que espera que vaya sin armas.
            Shiro dice: De acuerdo. Espero que esto no sea un truco sucio propio de un demonio como tú.
            Kuro dice: No lo será. Me gustaría enseñarte la Tierra. Parece que no tienes mucha experiencia.
            Shiro dice: No. Pero, ¿no se supone que tú tampoco deberías tenerla?
            Kuro dice: Me acostumbro rápido. Entonces, ¿aceptas?
            Me permito unos minutos para pensarlo. Supongo que no pasará nada si voy preparada para cualquier imprevisto.
            Shiro dice: Sí, acepto.

martes, 22 de enero de 2013

Capítulo 7


Son las once de la mañana cuando abro los ojos. Al final conseguí dormirme. Aunque no haya dormido mucho, he descansado algo. Me levanto de un salto, desayuno corriendo y me preparo para el entrenamiento con Daniel. Salgo corriendo de mi casa y llego en menos de dos minutos a la tienda de Daniel. Me recibe con una grata sonrisa.
            -Buenos días, Shiro.
            -Hola, Daniel –digo resoplando.
            -¿Qué pasa? –Me pregunta curioso.
            -Que me he despertado tarde y no he tenido mucho tiempo para nada.
            Sonrío y empieza a reírse.
            -No te preocupes, Shiro –me agarra porque deduce que estoy a punto de caerme-. Te estaba esperando y no iba a empezar el entrenamiento sin ti.
            Después de dos o tres minutos me recompongo y entramos al gimnasio. Nos ponemos frente a frente y espera a que me coja la coleta para empezar a pelear. Me sonríe.
            -Venga, empecemos.
            Corro hacia él y me deslizo por el suelo para asestarle una patada baja. Daniel salta y aterriza detrás de mí. Doy una voltereta lateral y me reincorporo para seguir. Daniel se acerca a mí corriendo y le esquivo con otra voltereta para después darle una patada en el tobillo y que caiga al suelo. Se levanta con rapidez y vuelve a correr hacia mí.
            Después de una hora de entrenamiento salimos y ahí está Hannah, con los brazos en jarras mirándome fijamente. Sé que me odia. Pero yo no tengo la culpa de estar intentando por todos los medios salvar la Tierra. Y tú estás en ella, Hannah. Así que deberías tenerme un poco más de respeto. Hannah se vuelve a mirar a Daniel y se acerca a él. No le abraza ni le besa.
            -Daniel, por favor, dúchate antes de que vomite aquí mismo. ¡Hueles muchísimo a sudor! –Grita Hannah con la mano en la nariz.
            Daniel y yo suspiramos a la vez y nos reímos.
            -Gracias, Daniel. Volveré mañana a la misma hora.
            -Eso espero, Shiro.
            Nos damos dos besos en las mejillas y salgo de la tienda. Voy andando a mi casa mientras pienso cómo voy avanzando en mi agilidad y defensa. Noto la mirada furtiva que me lanza Hannah. Lo quiera o no, soy la alumna de Daniel, así que tengo que verle. En fin. Llego a mi casa y me meto en la ducha dejando la ropa y mis cosas por el suelo. Bajo el grifo, para no perder costumbre, me pongo a pensar en Kuro. Me sonrojo muchísimo. Aún no he podido olvidar ni siquiera levemente que le vi... Desnudo... No me he atrevido a buscarle desde entonces. Supongo que algún día deberé salir a por él. No puedo dejar de cumplir mi misión por el simple hecho de que le vi... ¡Argh! ¡Ya basta! Tengo que dejar de pensar en ello.
            Salgo de la ducha después de treinta minutos dentro y me enrollo la toalla por el cuerpo. Iré a ponerme el pijama. Entro en el salón y veo encima de la mesa una caja rectangular de color negro con un papel encima. Me acerco a la caja en cuestión y leo lo que pone la nota:
Shiro, esto es un ordenador.
Te lo regalo. Yo ya tengo uno.
Es bastante útil. Podremos
comunicarnos cuando quieras.
Te espero a que quieras usarlo
y me avises.
Kuro
            Maldita sea. Kuro sabe dónde vivo. Y me ha hecho un regalo. ¿Qué le pasa a este demonio? Se supone que debe matarme. Se supone que soy un obstáculo para que cumpla su misión. ¿O no? Aunque... Un momento. Puede ser una trampa... Me alejo de la caja lentamente y voy a por la escoba. Sé que no servirá de mucho, pero algo es algo... Le doy varios toquecitos a la caja a ver qué pasa. A cada toque, me alejo un poco.
            Cinco minutos después decido que por mucho que la golpee, no pasará nada. Al fin me decido acercarme a la caja y abrirla lentamente. Tampoco pasa nada. La abro completamente y veo ese objeto rectangular de color blanco. Tiene otra nota:
Veo que te has fiado de mí.
Mi ordenador es de color negro.
Se asemeja a nuestros nombres.
Espero que te guste usarlo.
Si tienes dudas ven a mi casa de
nuevo y pregúntame.
            En serio, ¿qué narices está pasando aquí? ¿Quiere que vuelva a su casa? ¿Para qué? ¿Qué pretendes, Kuro?

martes, 13 de noviembre de 2012

Capítulo 6


Tiro mis cosas al suelo. No puedo con mi vida. Voy al baño y abro el grifo del agua caliente. Mientras me voy quitando la camiseta sudada, voy pensando en si habré mejorado o no mi estilo gracias a esta clase. Espero que se caliente el agua, termino de quitarme la ropa y me pongo debajo del grifo. El agua resbala por mi cuerpo cansado y me voy relajando. Cierro los ojos y pienso en ambos encuentros que he tenido con Kuro. En los dos ha tenido fallos de principiantes. Se descuida, se distrae y se cae al suelo. Es un desastre como contrincante. ¿Realmente le han enviado a él a luchar contra mí? Yo tampoco es que sea muy buena en cuestiones de lucha, pero no tengo esos errores que él comete. Cojo el champú y me enjabono el pelo. Huele a lavanda. Me pierdo en su olor. Sigo pensando en Kuro, pero esta vez en nuestro futuro encuentro, el de esta noche. Sé que cometerá otro fallo, y será mi oportunidad de acabar con él. Aunque no creo que sea tan fácil. Además, puede que esté intentando que me confíe para atacar con todo lo que tiene. Puede ser eso... Me aclaro el pelo y me relajo de nuevo. Cojo el gel y la esponja. Me voy dando un pequeño masaje mientras me enjabono y observo algunos golpes que tengo por el cuerpo. Todo es de los encuentros con Kuro y de mi entrenamiento de hoy.
Salgo de la ducha y cojo mi toalla. No estoy segura de querer ducharme mañana en el gimnasio. Estoy casi completamente segura de que si Hannah se entera me mataría. Prefiero hacer lo de hoy. Vengo aquí y me relajo en mi casa. Me enrollo la toalla a mi alrededor y voy hacia mi habitación. Cojo mi ropa interior y elijo lo que me voy a poner ahora. Creo que me pondré algo cómodo, porque así puedo salir sin problemas. Y si me encuentro con Kuro puedo luchar contra él. Me quito la toalla y me visto. Me pongo las zapatillas de andar por casa y me voy a prepararme la comida. Me haré algo ligero para no cargarme mucho el estómago. Así, después de comer puedo practicar un poco la puntería.
            El resto del día se me pasa volando. Hago lo de siempre: practico la puntería, lucho contra el muñequito y después hablo con mi padre. Después de cenar mi sándwich de jamón y queso (¡qué cosas tan ricas hay aquí abajo!) voy a patrullar. ¿Qué error cometerá hoy? Supongo que acabará de nuevo por el suelo... Pero debo estar alerta. Paseo por la calle oscura y humedecida por la noche. También hace un poco de frío, todo hay que decirlo. Pero no me inmuto. No debo flaquear por nada. Tropiezo con algo y casi me caigo al suelo, pero puedo mantener el equilibrio casi a tiempo. Miro al suelo y veo que es una especie de cartera. Me acerco y la cojo. Es negra y tiene llamas dibujadas. Seguramente será de un chico. La abro para ver si viene la dirección o algún dato para poder devolvérsela a su dueño y casi grito de la emoción. ¡Es la cartera de Kuro! Pone su dirección y una foto con su nombre. Qué error. Perder la cartera junto a mi casa. Sonrío y me cuelgo la cartera al hombro. Voy corriendo a buscar la dirección que pone en la cartera. Le atacaré por sorpresa.
            Después de unos minutos revoloteando por la ciudad buscando la maldita casa, al fin llego. No tiene pinta de ser la casa de un demonio a simple vista. Bueno, ¿qué más da? Entraré con mi arco preparado para dispararle. Kuro, hoy acabaré contigo.

            Saco mis alas y vuelo hasta la ventana del primer piso. Es una casa enorme para una sola persona. Kuro, hoy acabaré contigo. Abro la ventana sigilosamente y me deslizo hacia la cama. Al parecer, esta es su habitación. Miro a un lado y a otro, pero no veo ni rastro de Kuro. Abro su armario para inspeccionar. Hay mucha ropa. Casi toda es negra. Típico de demonios, supongo. Sigo sin ver a Kuro. Salgo de la habitación con sigilo y empiezo a mirar por las habitaciones del primer piso. Hay otro dormitorio, un baño y una puerta que, por más que lo intento, no puedo abrir. Desisto. Bajo por las escaleras muy silenciosamente.
            No escucho nada. Puede que haya salido. Pero la luz está encendida. Bueno, seguiré mirando. Entro a la cocina. Estaba haciéndose la cena, por lo que veo. Me acerco. Huele muy bien. ¿Qué será? Tengo aún tanto por descubrir... Salgo de la cocina y sigo mirando por el piso. Es bastante grande. Así no lo encontraré. Sigo dando vueltas por la casa.
            Tras diez minutos inspeccionando, oigo una puerta y me dirijo al salón. Allí estará Kuro. Ya lo tengo. Cojo una flecha y la pongo en mi arco. Cuando entro en el salón veo a Kuro. Sí, lo tengo. Pero no como esperaba. Está con un cepillo de dientes en la boca, con el pelo mojado y cubierto únicamente por una toalla. ¡Oh, Dios! No esperaba que fuese así. La verdad, parece un ángel. Pero un ángel oscuro. Tiene el torso perfectamente musculado y he de admitir que es bastante atractivo. Kuro me mira y... ¡Oh, no! Se le acaba de caer la toalla. Me pongo como un maldito tomate maduro y salgo volando de la casa gritando.
            -¡Argh! ¡Lo siento mucho! –Grito mientras salgo por la ventana por donde entré.
            -¡Eh, tú! ¡Espera! –Es lo único que oí antes de salir.

            Llego a mi casa en un abrir y cerrar de ojos, aún bastante roja. Pero, ¿qué le hago? Sólo a mí se me ocurre entrar sin avisar en la casa. Es que soy boba. Se me viene a la mente la imagen que vi y mi cara vuelve a ser un tomate. Oh, vamos. No voy a poder dormir por mi estupidez. Si es que soy de lo que no hay...
            Son las cinco de la mañana y aún no he pegado ojo. Únicamente pienso en lo que he visto. Pero, ¡Dios! Si era sólo un... Bueno, un chico. Desnudo, sí, pero un chico. Aunque es la primera vez que veo uno así, puf, de repente, sin avisar. Además, no semidesnudo, no. Desnudo en el sentido total de la palabra. Madre mía... Si padre se entera no sé lo que me haría. Y ahora pienso yo, ¿un demonio no era horrendo? ¿Feo al menos? Asqueroso, con muchas cosas raras que no se ven habitualmente. Pero Kuro es distinto. ¿Por qué es así de hermoso? Y con ese cuerpo tan... Tan... No sé. No parece un demonio. Punto.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Capítulo 5


Me despierto a las diez y media. Es temprano aún. Voy a desayunar y me visto. Me pongo cómoda para el entrenamiento. Voy al baño y me cojo una cola alta. Así no me molestará el pelo en la cara. Limpio la cocina y lanzo algunos tiros a la diana. Mi puntería va mejorando. Lucho de nuevo contra el muñeco y aprovecho el tiempo que me queda para practicar golpes. Conseguiré ganar a Kuro. Lo mataré. Salvaré el mundo. Kuro es una amenaza. Aunque no paro de pensar por qué no me atacó ayer. Es idiota. ¿No sabe que puedo atacarle yo? ¿No sabe que puede perder si yo le atacara? Mejor. Que siga cometiendo esos errores de principiante. Me hace las cosas más fáciles. Miro la hora: las doce menos cuarto. ¿Ya? Cómo pasa el tiempo. Cojo mis cosas y me voy al gimnasio. Voy corriendo a la tienda de deportes y Daniel está allí, preparado para ayudarme a entrenar.
            -Hola, Shiro. ¿Preparada? –me dice cuando me ve entrar.
            -Claro. Toma los cinco euros de hoy –extiendo la mano con el dinero.
            -Gracias, Shiro –coge el dinero, mete la clave de acceso en la caja registradora y la abre para, posteriormente, meter el dinero en ella. Cierra la caja-. ¿Vienes? –me señala la puerta del gimnasio.
            -Sí.
            Le sigo hacia dentro y me coloco donde me dijo ayer.
            -Bien, Shiro. Empecemos con el entrenamiento.
            Es una hora intensa de saltos, patadas, puñetazos, velocidad y estrategia, donde no puedo parar un segundo y que me sirve perfectamente para combatir contra Kuro.
            Estoy sudando. Salgo del gimnasio y me apoyo en la pared, exhausta. Sale Daniel detrás de mí. Se ríe.
            -Shiro, ahí tienes duchas. Si quieres puedes ducharte ahí –señala un pasillo.
            -Gracias, pero no me he traído ropa.
            -Si quieres, mañana tráetela y te duchas y cambias aquí.
            -Muchas gracias, Daniel.
            -Faltaría más.
            -Me tengo que ir. Mañana a la misma hora, ¿no? –digo mientras voy cogiendo mis cosas.
            -Por supuesto. Te espero aquí.
            -Adiós.
            Me doy la vuelta y me tropiezo con una chica. Es alta y guapa. Tiene los ojos azules, es rubia y me mira con desprecio.
            -Hola, Hannah –la mira con cariño.
            -Daniel, ¿quién es esta? –me señala. Pero bueno, ¿cómo se atreve a tratarme así? Será estúpida...
            -Es una alumna del gimnasio. Acaba de terminar su lección de hoy.
            -Sí, y ya me iba.
            -Eso espero. Quería pasar mi tiempo contigo, mi vida –dice ella.
Se acerca a él y le planta un buen beso en los labios. Me muestra su dedo corazón y pillo lo que me quiere decir con eso. En fin.
-Bueno, me voy ya. Mañana nos vemos, Daniel. Encantada de conocerte, Hannah.
Salgo de la tienda-gimnasio que, ahora más que nunca, me ha parecido un infierno. No es que estuviera haciendo nada con Daniel, pero me ha molestado el trato de esa chica. Por favor. ¿En serio piensa que voy a hacer algo con él? Es mi profesor y punto. Qué chica tan extraña.

martes, 16 de octubre de 2012

Capítulo 4

Perdón por el retraso, pero es que es imposible aguantar 2º de Bachillerato viva T.T Sin más demora, ahí va el 4º capítulo :)




Son las doce de la noche. Termino de recoger la cena de hoy y limpio la cocina. Lo dejo todo muy limpio. Cojo mi arco y mis flechas, me siento en el suelo y llamo a mi padre.
-¿Shiro? ¿Te encuentras bien?
-Muy bien, padre. Ayer mismo me enfrenté a Kuro.
-Infórmame de los detalles –su voz suena firme y serena.
-Kuro no parece realmente un diablo, padre. Desde siempre me habéis enseñado que los diablos son horrendos. Sin embargo Kuro es hermoso.
-Al ser un joven demonio inexperto no tiene la apariencia demoníaca que le corresponde. Cuéntame más –su tono es de curiosidad.
-Luché contra él, padre.
-¿Es eso cierto? –no se alarma.
-Sí. Es muy fuerte y rápido. Pero no se maneja sobre suelo húmedo. Se resbaló ayer y se cayó mientras me iba a atacar.
Piensa un poco antes de responder. Pero sigo yo.
-Hoy voy a batirme en duelo de nuevo contra él. Ahora voy a salir a buscarle.
-Shiro, ¿estás segura de que es lo correcto? –ahora empieza a alarmarse. Pero no lo muestra. Siempre tan sereno.
-Sí. Antes de que destruya esta ciudad y la Tierra entera prefiero luchar contra Kuro para detenerle a tiempo.
-Muy bien. Acepto tu decisión. Mañana me pondré en contacto contigo de nuevo. Cuídate, hija mía.
-Lo haré, padre.
Cortamos la comunicación. Me incorporo y salgo de la casa. La calle está como ayer y el suelo sigue estando húmedo. La humedad es permanente en esta zona. Paseo por la calle oscura y solitaria a la espera de Kuro. Meto la mano en el bolsillo de mi pantalón blanco y saco una goma del pelo. Me recojo el cabello en una cola alta para que no me moleste al pelear contra él. Sigo caminando con mi arco en mano. Las flechas están listas para ser usadas. Observo el dorado del arco y me fijo en la empuñadura: tanto encima como debajo tiene cruces de color blanco. Se sabe que es sagrado.
Soy consciente de que la batalla no durará un día, ni dos. Ni siquiera una semana. La batalla será prolongada. Al menos durante un mes seguiremos luchando día a día. Miro la hora. Las doce y cuarto de la noche. Y Kuro no aparece. ¿Estará cansado de ayer? No lo creo. Solo está esperando el momento oportuno.
-Kuro –digo en voz baja-, si estás cerca y puedes oírme, te estoy esperando. Atácame, vamos. Espero con impaciencia tu siguiente movimiento.
Oigo pasos acelerados y veo una silueta en lo oscuro de la calle. La reconocería en cualquier parte. Ahí está Kuro. Cojo una flecha plateada y tenso con ella el arco. Apunto hacia la silueta. Adiós, Kuro. Disparo. Espero con impaciencia el resultado. ¿¡Qué!? ¡La flecha le acaba de atravesar! ¡Maldición! ¡Es una ilusión! ¿Puede hacer eso?
-Así que esa es tu arma, ¿eh, Shiro? –oigo la voz de Kuro desde atrás. Está subido a la rama de un árbol.
-Siempre por la retaguardia, Kuro. Típico de un cobarde y ruin demonio –intento provocarle.
Niega con la cabeza.
-Hoy no iba a atacarte –me deja perpleja-. Me gusta conocer a mis víctimas antes de matarlas. Por eso quería comprobar con qué pretendías dañarme.
-Pues yo sí te haré dañ... –de pronto la rama se rompe y Kuro cae con ella. ¿Otra vez? ¿En serio? Me acerco despacio a él-. ¿Kuro? ¿Sigues vivo?
Abre los ojos de par en par. Se aleja de mí y sale corriendo.
-Mañana nos vemos, Shiro. ¿Qué sorpresa te daré?
Se oye su risa demoníaca. ¿Por qué Kuro ha acabado dos veces por los suelos cuando me lo encuentro? Es torpe, patoso... Pero a la vez fuerte y rápido, además de astuto. No debo subestimarle. Es demasiado bueno. Me volverá a sorprender mañana. Quizás su torpeza solo sea un engaño para que me confíe. No debo dejarme engañar. Tengo que dar lo mejor de mí en cada encuentro. Vuelvo a casa. Dejo el arco y las flechas en la mesa, me pongo el pijama y me meto en la cama. Mañana tengo el entrenamiento. No puedo llegar tarde.

lunes, 1 de octubre de 2012

Capítulo 3


Ya es por la mañana. Voy a visitar un poco los alrededores de mi casa. Veré si tengo muchos vecinos por si tengo que alejar más a Kuro, o si hay peligro de que me descubran. Veo que no hay mucha gente. Puede que al ser verano la gente se haya ido de vacaciones. A lo mejor por eso no había nadie anoche por la calle. No hay mucho peligro. Vuelvo a mi casa después de una patrulla por los alrededores y preparo un muñeco de entrenamiento con lo que puedo: sábanas, cojines y un palo de escoba para sujetarlo. Hago una diana y una especie de sala de ejercicios. Esta noche volveré a patrullar para buscar a Kuro. Conseguiré hallar su casa. Salvaré el mundo.
Empiezo la pelea contra el muñeco recién fabricado por mí. También esquivo los ataques que supuestamente me lanza. Debo entrenar también mi rapidez. Cojo mi arco y empiezo a lanzar flechas a la diana. Obviamente, no desperdicio las de plata. He fabricado nuevas para entrenar. No afino mucho mi puntería, pero no creo que pueda servirme de mucho esto.
Dejo el arco dentro de la casa después de una hora de entrenamiento. Me doy una ducha y salgo a dar un paseo. Volveré para comer. Las calles están tranquilas. Únicamente hay abiertos pequeños bares y alguna que otra tienda secundaria. Las tiendas más importantes están de vacaciones. Veo a lo lejos una tienda de deportes. Me acerco a ella. Veo los precios en el escaparate. Todo es muy caro... No puedo comprar nada de esto a no ser que sea muy necesario. Entro a la tienda.
-Buenos días –me saluda el dependiente. Puede tener dos años más que yo. Es joven, alto, de pelo castaño y ojos claros. Es muy guapo.
-Hola. Quería ver si tenía artilugios de defensa personal –le pregunto tímidamente. No sé si me tomará por loca después de esto.
-¡Claro! Es más, si quiere puede entrenarse en nuestro gimnasio. Es justo aquí detrás.
-Me gustaría, pero es muy caro...
-Lo caro realmente son las cosas de deporte. El gimnasio es más barato.
-Bueno... ¿Cuánto saldría? –pregunto. Me está convenciendo.
-Depende de cuántas sesiones quiera –se le iluminan los ojos. Parece que no ha venido nadie aquí en mucho tiempo.
-¿En cuántas sesiones aproximadamente estaría lista para la defensa personal?
-Eso ya es subjetivo. Depende de su capacidad de aprendizaje y de su habilidad para la lucha –su tono de voz se apaga un poco-. ¿Puede pasar un momento para comprobar su capacidad de lucha y ya vemos el número de sesiones? –señala la puerta tras de él.
-Claro. Con mucho gusto.
Paso hacia el gimnasio, que está vacío completamente. Solo están los aparatos pero no hay señal de vida.
-Colóquese aquí y atáqueme con todo lo que tenga.
-Me da apuro hacerle daño...
-Estoy entrenado para ello. Además, si entra en el gimnasio seré su entrenador, por lo que tendrá que pelear contra mí. Adelante, sin miedo –me lo dice muy entusiasmado.
-Como quiera.
Corro hacia él, salto y doy una patada. El chico la bloquea, me coge del tobillo y me lanza al suelo.
-Le dije que soy bueno –me dice alegre.
-Disculpe por subestimarle. Lo haré lo mejor que sé.
Me levanto del suelo y le doy una patada en las piernas que le tiro al suelo. Antes de que pueda levantarse le pongo el pie en el pecho para que no pueda moverse. Se lo quita de encima y vuelve a tirarme al suelo. Rodamos en direcciones contrarias y nos incorporamos de nuevo. Vuelvo al ataque. Pero esta vez no salto. Hago un ataque bajo, derrapando por el suelo con el fin de que se caiga. El chico salta por encima de mí, pero yo freno y le empujo con una suave patada que le tira al suelo.
-Bueno, eres buena –se levanta-. Si quieres en cinco sesiones estás más que lista –me dice. Me siento halagada.
-Gracias. Aunque puede que me pase a perfeccionar mi técnica... Bueno, solo si no tengo que pagar mucho más.
-Nada. Si es para perfeccionar es gratis –me sonríe. Es simpático-. Por cierto, me llamo Daniel. ¿Y usted?
-Por favor, tutéeme. Me llamo Shiro. Encantada.
-Tutéame tú también. No soy tan mayor, ¿sabes?
-Ni yo, pero has empezado tú –reímos.
-Ven. Te diré el precio del gimnasio y empiezas mañana.
Salimos del gimnasio y volvemos a la tienda de deportes. Coge un folio escrito con el precio de todo lo que ofrece en su tienda.
-Veamos: cinco sesiones de lucha, a cinco euros cada una, son veinticinco euros. Las sesiones duran una hora u hora y media, depende de lo que quieras, pero la media hora añadida debes abonar un euro más. Pagarás por cada sesión. ¿Lo tienes todo?
-Sí. Gracias Daniel.
-De nada. Empezamos mañana. ¿A qué hora piensas venir? –me dice amablemente.
Pienso un poco. Necesito tiempo para descansar y desayunar. Reposaría el desayuno un poco, me encargo de ordenar la casa y vendría. Así que...
-¿Sobre las doce está bien?
-Perfecto. A las doce mañana aquí.
-Muchas gracias. Hasta mañana.
Salgo de la tienda. Empiezo mañana, ¿eh? Hoy lo que me queda es afinar puntería con la diana y esta noche tendré cuidado al buscar a Kuro. Sigo dando un paseo por la ciudad. Sí que es solitaria... ¿Dónde vivirá Kuro? ¿Será una casa demoníaca o una casa normal? Lo más probable es que sea normal, ya que si no fuera así lo descubriría en seguida. De todas formas, vigilaré el terreno por si acaso.